Hay tardes en las que salen toros encastados, toros mansos, toros bravos, toros con emoción y toros deslucidos, pero en definitiva toros, es lo que ha sucedido estar tarde en la Maestranza, que a excepción de alguno como el sexto hacían llegar a los tendidos emoción y riesgo que es la base de la fiesta.
No digamos que ha sido una corrida, como para ponerla de ejemplo, pero sí una corrida en la que ha habido toros, que te sacaban de la monotonía de los borregos que vemos a diario y que no tardarán en llegar a esta feria.
Tarde de más o de menos éxito, de más o menos orejas, pero una tarde en la que nadie se ha aburrido, porque cuando ves a un torero jugarse la vida de verdad nadie se puede aburrir y mucho menos cuando ves al gitano Oliva Soto hacer el toreo.
Los toros del Conde de la Maza (todos murieron con la boca cerrada) algunos astifinos a más no poder y midiendo a los toreros, ¡había que estar delante de ellos. . . .! Y delante de ellos estuvieron Diego Urdiales que una vez más demostró estar curtido para la lidia de lo que es un toro, estuvo más que digno en su presentación en Sevilla: Antonio Nazaret que a penas se ha vestido de luces y con el peor lote, no se acobardó en su primero, un toro que no paró de mirarlo en toda la faena de muleta, cumplió muy decorosamente.
Dejo para el final aunque actuaba en segundo lugar el gitano de Camas, Oliva Soto, una verdadera pena la de este chaval con la espada en su segundo, pues a estas horas podíamos estar hablando seguramente de Puerta del Príncipe; ¿quién dijo que los toreros de arte, están escasos de valor. . .? Estuvo sensacionalmente bien con sus dos toros; su primero con trapio, emoción y respeto y su segundo el mejor del encierro dándole distancia, adelantando la muleta, llevándolo toreado y bajando la mano, todo eso acompañado de ese pellizco y ese arte tan peculiar que tienen los toreros gitanos, ninguna de las dos faenas necesitó más de 15 muletazos para poner en pie a la plaza.
Ya hemos repetido muchas veces que una faena si se le hace a un toro con casta, con bravura, con emoción y sin manipular, con 15 muletazos de verdad es suficiente para un triunfo importante, pues ni toro, ni torero ni publico aguantarían más, esto es precisamente lo contrario de lo que vemos normalmente en la mayoría de las ferias, toreros que ante borregos necesitan 30 muletazos para después dar otros 20 y empezar a oír los primeros aplausos.
En definitiva una tarde en la que un torero gitano Oliva Soto, con poquísimos festejos en su haber, y tras un brindis a su tío Ramón Soto Vargas, (banderillero herido mortalmente en esta plaza el 13 de Septiembre de 1.992 por el novillo “Avioncito” también de la ganadería del Conde de la Maza), le demostró que el toreo de arte gitano todavía tiene supervivientes.
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