Tengo una amiga, que dice gustarle los toros. Ahora está viendo por vía digital la feria de Sevilla, todos los días me pregunta ¿quién torea esta tarde? Y cuando me salgo de los Ponce, Juli, Rivera Ordoñez, Cayetano, Fandi hace un guiño queriéndome decir que no vamos a ver nada; eso sí, jamás me ha preguntado ¿Qué ganadería es? Para ella todos los toros son iguales, sean de la ganadería que sean, tengan el trapío que tengan y los cuernos como suelen llamarles, da igual como estén.
El problema no es mi amiga, el problema es que cuando vas a una plaza (exceptuando Madrid y poco más) te encuentras con que al menos el 70% del publico allí presente, es de las mismas características de mi amiga, por lo que al haber una mayoría de esa índole, todas las mentiras y trampas del espectáculo, son validas, y con poquito, el éxito esta asegurado; El reglamento debería estar por encima de muchos espectadores.
Otro caso se da cuando el “aficionado” se convierte en hincha de un torero, (que los hay y muchos). Van a la plaza a que triunfe su torero, sea como sea, aunque tenga delante una burra invalida, lo que le importa es que “su torero” corte las orejas.
Todo esto ocurre mucho cuando llegan las ferias de las capitales de provincia, la gente tiene por costumbre, ir a comprar algo a la feria y al menos ver una corrida, preferiblemente alguna de las tardes que van las llamadas “figuras”, sea la ganadería que sea. De hecho, al salir de los toros una mayoría no sabe el hierro que se ha lidiado, pero van predispuestos con un ambiente triunfalista, para luego contar en el trabajo ó a sus amigos que han visto la mejor corrida de la feria.
Lo peor es que no se dejan enseñar, ni aconsejar, porque no tienen afición.