No son las fechas mas apropiadas para una persona que tiene un blog en el que suele dar su opinión de esta fantástica y adulterada fiesta de los toros. En estos meses de casi total inactividad taurina, tienes que darle muchas vueltas a la cabeza para juntar algunas letras que lleguen a tus lectores y les sirva para al menos un corto espacio de tiempo “olvidarse” de la cantidad de problemas que está arrastrando esta crisis que parece no tener fin.
Cuando estamos a punto de recibir el mes que cierra el año, cuando la información de las temperaturas nocturnas siempre son en negativo, cuando estamos pendiente del parte del tiempo para ver si tenemos peligro de nevadas, (al menos los que diariamente utilizamos el coche), cuando a cualquier establecimiento que llegas lo primero que ves es lotería de Navidad, cuando los restaurantes anuncian ofertas para las tradicionales cenas de Navidad; el mundo de los toros tampoco quiere ser ajeno a estas costumbres y aprovechan este paréntesis de tiempo, en el que las plazas de toros están huérfanas de publico en sus tendidos y en los corrales y chiqueros tan solo queda alguna huella de los derrotes de los toros que se lidiaron en sus fiestas patronales.
Las asociaciones y peñas taurinas con la excusa de otorgar algún premio al mejor novillero o matador que pasó por su localidad, se reúnen para comer y beber, dejando en un plano secundario si el festejo o festejos celebrados, cumplieron las expectativas de los aficionados que pasaron por taquilla, o simplemente el verdadero triunfador de la feria fue algún desaprensivo empresario, que a cambio de llevar alguna corrida descastada, impresentable y probablemente pasada por la “barbería”, se llevase una importante subvención del ayuntamiento de la localidad, sin importarle lo más mínimo el daño que ocasiona a esta maltrecha fiesta.
Son diversos los premios que se suelen conceder en estas impresionantes cenas, premio al triunfador del festejo, premio a la mejor estocada, premio al toro más bravo (este suele quedar desierto en muchas ocasiones, pues conforme está el panorama no es fácil encontrarlo); lo que yo no tengo constancia que se dé y este si sería fácil de localizar, es premio al toro mejor afeitado, pero con tal de organizar fiestas todo sería posible.
Lo que no se tiene en cuenta, a excepción de muy contadas ocasiones, es a las cuadrillas, tanto banderilleros como picadores, que aunque su nombre no figure en letras grandes o en las revistas del corazón, no dejan de ser toreros que un día tuvieron la misma ilusión que sus jefes de filas, pero que en su momento no tuvieron el padrino adecuado o su economía no les permitió seguir adelante y sus sueños se vieron truncados muchas veces por las injusticias de esta fiesta.
Las peñas y asociaciones deberían tener en cuenta que esta gente, también tienen su coranzocito, también se juegan la vida y de su labor muchas veces depende el triunfo del matador y no deberían olvidarse que es mejor ser un buen torero de plata que un mal torero de oro.
Pero lógicamente viste más hacerte la foto y sentarte a la vera de un matador que de un banderillero, aunque muchas veces el matador no deje de ser un jornalero de los toros y el banderillero un romántico del toreo.