domingo, 10 de abril de 2011

Cara y cruz en las clases prácticas para un torero con futuro.

El hombre propone, Dios dispone y los compromisos sociales lo descomponen, eso es lo que el Sábado pasado día 2 me sucedió. La boda de mi buen amigo Julio me hizo y además, muy gustosamente, que me trasladase a Villanueva de la Fuente y me impidiese acercarme a la plaza de toros de Albacete a ver actuar en las clases prácticas a Indalecio Sahuquillo “El Castellano”.
Me contaron los que tuvieron la suerte de estar presentes, que estuvo de puerta grande y no me exageraron, pues el martes pasado el programa de toros “El Percal” de Visión 6, cadena local de Albacete, en la sección dedicada a "La Escuela Taurina" de Albacete ofreció un amplio reportaje de su actuación y efectivamente me confirmó que lo que me habían contado coincidia plenamente con la realidad, que estamos ante un chaval que desde el primer día atesora unas maneras y un gusto poco común en este difícil mundo de los toros.
Hoy volvía a repetir en Albacete, en otras de las clases prácticas, y hoy no había excusa ninguna para que a primera hora de la mañana partiera para la capital manchega con la inmejorable compañía de mi cuñado Isabelo. Siguiendo el refranero español “el que madruga Dios le ayuda“ llegamos con tiempo suficiente para en uno de los madrugadores bares de la capital reponer fuerzas y dirigirnos al histórico coso en una mañana más veraniega que primaveral.
Cantidad de caras conocidas de su pueblo natal Casasimarro, las que se dieron cita para ver su segunda actuación en las clases prácticas, prueba del buen ambiente que ha despertado en su corta carrera.
Superiores los cinco primeros becerros de la ganadería de José Ignacio Rodríguez, con los que sus compañeros de terna disfrutaron y tuvieron ocasión de realizar el toreo que llevan dentro, unos más placeados que otros, pero todos tuvieron ocasión de demostrar el aprendizaje de su paso por la escuela de Albacete.
Nadie podía imaginar después de ver salir a estos cinco ejemplares que el que quedaba en los chiqueros era el garbanzo negro, no de este festejo si no de los seis festejos que ha realizado la escuela. Un becerro para desmoralizar, aburrir y desilusionar a cualquier chiquillo que está dando sus primeros pasos.
Con el capote ya demostró quedarse corto por los dos pitones, no se desplazaba al igual que hicieron sus hermanos; con la muleta desde el principio ya indicó que no tenía un pase por el derecho, para inmediatamente ponerse imposible por los dos pitones, no tenía ni el primer muletazo. El chaval pese a los pocos festejos que lleva toreados, intentó sacar agua de un pozo vacío, lo que le valió un par de volteretas, ni se arrugó ni se asustó en ningún momento, siguió intentándolo pero de donde no hay no se puede sacar.
Lo mató y con la amargura de un chiquillo que sueña con la gloria se marchó al callejón buscado la soledad, esa soledad que le tiene que hacer recapacitar que ha elegido seguramente la profesión más difícil y más bonita, que en muy pocas horas puedes pasar de la gloria a la desolación.
No debe ser motivo en ningún momento de que su ilusión se vea mermada, mucho menos cuando en las escasas ocasiones que se ha vestido de corto ha demostrado tener cualidades para recorrer el camino que lo lleve a alcanzar sus sueños.
En esta profesión a base de torear se aprende la técnica; pero el empaque, la torería y el sentimiento ni se aprende ni se compra en el Corte Ingles, por eso estamos todos deseando volver a verlo.

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