En estos días navideños, de fiestas, comidas, reuniones, donde estamos obligados a divertirnos, a comer, beber, a ser extremadamente simpáticos y alegres; donde los correos y los móviles nos invaden diariamente de mensajes de felicitaciones.
¿Quién no se ha sentado la Nochebuena alrededor de una mesa engalanada con un atractivo mantel con adornos navideños?, cubierta con una enorme cantidad de sabrosos y variados platos (que la mayoría volverán casi íntegros a la cocina), con diferentes postres, algunos hechos caseros por algún atrevido familiar, que al dar la primera cuchadarita te hace pasar automáticamente a los dulces navideños, lo que te hace pensar que su futuro no está precisamente en una pastelería, sin olvidar esos excelente vinos que se guardan para la ocasión, y sus correspondientes cavas para brindar por una felicidad que nunca termina de completarse. Acompañados del ambiente musical de la programación especial de las diversas cadenas de televisión con sus recitales de villancicos y copla (casi siempre en alguna cadena nos encontramos con Raphael), viendo que en el exterior la temperatura baja de los cero grados, lo que hace todavía mas acogedora la reunión, no faltan las numerosas fotos y videos para recuerdo de esa entrañable noche; pero en tu interior siempre encuentras un hueco en la mesa con una silla vacía de alguien que otros años compartió contigo la alegría de la Nochebuena y el destino se lo llevo para siempre. ¡Cuántas veces hay que taparse con la mascara de una sonrisa navideña, para ocultar la pena! Así de amarga y de bonita es la Navidad.
Reconozco que no soy muy dado a las felicitaciones; pero aunque solo fuese por agradecimiento a los que tenéis la paciencia de seguir este modesto blog, os debía haber enviado mis mejores deseos de paz y felicidad. Haciendo uso del típico refrán de más vale tarde que nunca, de corazón, vaya mis mejores deseos para todos, incluidos los que en algún comentario dicen que no tengo ni puta idea de toros.
Sé que no es muy correcto personalizar en estos casos, pero me vais a permitir un brindis y un abrazo personal a un amigo que este año que estamos a punto de despedir tuvo que pasar por los duros momentos de decidir cambiar el oro por la plata, debió de ser una decisión difícil para alguien que desde niño siempre soñó lo mismo, pero la cornada de las injusticias del mundo de los toros se llevó las ilusiones de Francisco Ramos.
Hoy me vais a perdonar ser breve y no extenderme más, la época requiere otros acontecimientos diferentes a estar leyendo a un humilde aficionado que solo trata de denunciar la cantidad de fraudes y mentiras que tenemos que soportar en esta bonita fiesta de los toros.
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